Tenemos que hablar

Me regalaron un día, de un beso de despedida, un lugar relegado de amoríos; la soltería. Yo que vivía para ser de alguien, para pertencer a otro cuerpo ajeno. Yo que no moría al paso del tiempo, yo que planificaba en el tiempo. Me despidieron con un sobrecito azul a caminar sin tomar la mano. Me despidieron sin un finiquito a caminar y seguir andando.

Yo que le ponía todo el empeño pa´dar besos suavecitos y con un poquito-arto de lengua; porque se siente rico. Yo que abrazaba con mi fuerza y le exponía mis abrazos fuertemente. Yo que quería como idiota, así sin muerte, inconscientemente. Yo que le cantaba suavecito en los bandejones y en los parques, casi siempre al oído. Yo que la fotografiaba desnuda para desenamorarme de falsas imágenes y casarme con sus faldas reales.

Yo como muchas veces llegué con un ramo, le dije "Es que hoy sí que te amo" y ella me sale con que "Tenemos que hablar". Yo pa´qué quiero esas palabras si me basta con esos besitos de fantasma, suavecitos, fríos y en la cama. Como se acomoda y se pone frente a mí para mirarme a los ojos, yo me pongo como un tonto. Sí, como un tonto, que le pregunto idioteces como si está segura, como si hay otro. Yo que le debí haber sacado la cresta con un beso, dejarla bien estrujada, como de orgasmo recién salida, como chupeteada después del sexo. Yo que le debí haber hecho gritar "¡Viva Chile!" en pleno paseo peatonal; qué me importan a mi los cabros chicos, la gente o la moral. Yo que a patadas le debí haber hecho recordar que de mí estaba enamorada y que, en realidad, no importaba nada más. Yo, con esas ideas de macho bien macho que le salgo con que la quiero y no la quiero dejar. Yo con mi carita que le salgo con una y otra mariconá. Si debí haberle hecho el amor ahí mismo, subirme sobre su montura de potra y recordarle los momentos de desvelo.

Que me dice que necesita un tiempo pa´ pensar y yo que le respondo que es que no hay nada que pensar, si aquí hay que puro amar. Que me dice que no la entiendo, que me tiene mucho cariño pero no sabe si eso es amar. Y ella que me remata hasta la última pena con eso de igual vamos a hablar.

Al final le dije que se fuera a la cresta, que no tenía que pensar, que se quería o no se quería nada más. Que el amor es como los tiburones, que se mueren quietos, así que siempre tiene que avanzar y que el olor a titurón muerto que le salía por el cuerpo no se podía aguantar. Ahí me paré, agarré mi indignidad conmigo y me la guardé en el pecho bien apretá.

Yo sé que fui de lo más cabro chico al final, pero ¿Qué se puede hacer cuando tú das todos tus momentos y al final te salen con eso de que tenemos que hablar?